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sábado, 12 de julio de 2014

Ocho etapas de Raja Yoga – Yamas – Ahimsa

Cualquier estudio verdadero de Hatha Yoga empieza por el estudio de algunas normas de ética y moral del Yoga. También son normas de la vida cotidiana del practicante. Como siempre en el principio se estudia teóricamente y luego se aplica a lo diario. Cada una de estas reglas tiene el propio propósito, pero todas tienen este enfoque de atraer la mente en el momento, en este sentido son métodos indirectos que provocan la calma mental. La práctica de estas leyes espirituales cambia y dirige el espíritu del practicante hacia los valores divinos. Son tan importantes que entre diferentes  etapas de Hatha Yoga ocupan los primeros puestos. No significa que hay que en el principio dedicar algunos años a este estudio y solo luego pasar más adelante en la práctica. En el Yoga todas las formas se practican juntas. Pero hay gran diferencia entre el practicante del yoga y una persona que viene a las
clases dos, tres veces a la semana para perder el peso, mejorar el cuerpo y la salud. Algunas de estas personas puede ser que durante años siguen con las clases, pensando que el Yoga es lo que se hace en la clase para conseguir los objetivos personales de esta gente. Un practicante del Yoga, al empezar su práctica, rápido tiene la idea de lo grande que es, y practica el Yoga en su totalidad. 

Yamas

   Hay cinco normas que se llaman Yamas. A través de la práctica de abstención ayudan al practicante de desapegar de la influencia del mundo exterior y también cambian los valores interiores del practicante, dirigiéndole hacia los valores divinos.

Ahiṃsā es una práctica de no violencia, de no hacer daño. Parece fácil, no hagas el daño a los demás y ya está. Pero imaginamos una situación típica: dos amigos empiezan discutir de lo que sea, normalmente es algo no tan importante. Si no se calman rápido, la voz empieza subir y, en poco tiempo están gritando, usando las palabras feas. Otro ejemplo típico: el matrimonio. Puede ser que no existen los matrimonios que nunca caen en este exceso de gritar y culpar al otro. Si miramos al fondo, el motivo de todas estas discusiones no es que otro tiene culpa, en el fondo es falta de entendimiento, de tolerancia y paciencia nuestra. El primer tejido humano que toca la práctica de Ahimsā, es la calma mental y la paciencia, es afilar algún microchip en la cabeza que es responsable por tener la mente tranquila y no caer cada rato en los excesos de las emociones fuertes.

   El Ahimsā educa al practicante en diferentes niveles. Desde luego, lo primero es no hacer daño como a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, a todo lo que nos rodea. No hacer daño, como en la forma directa, tanto en la forma indirecta. Por ejemplo el Ahiṃsā es uno de los motivos de la dieta del Yoga que excluye la carne y el pescado. En esta forma el practicante no hace daño al mundo animal. Imagina, si toda la gente de planeta deja de comer la carne y el pescado. Parece un poco teórico e imposible de conseguir en la práctica. Pero en Yoga no hay prisa. Para acercarse a esta meta, hay que cambiar la conciencia de cada persona que vive en este planeta. Y poco a poco lo ocurre. Actualmente hay mucho más gente que practica la dieta vegetariana, que antes.

   Otro nivel que toca la práctica de Ahiṃsā es el amor. Tener el enfoque de no hacer daño a todos seres vivientes, a todo lo que nos rodea, como consecuencia provoca el sentido de amor. No hacer el daño a un objeto o a un animal, no se base en el esfuerzo mental, se base en el amor hacia este objeto o animal. Este amor que crece en el corazón del practicante, es como una flor que se madura y se prepara para que un día una abeja se acerque y entra en la flor. Todo en este mundo tiene un sello de divinidad. Amar este mundo y cuidarlo provoca la manifestación de lo divino que está en cada uno, porque amar y cuidar es lo esencial para la divinidad.  Reconectar con esta cualidad divina en ti mismo ayuda a reconocer con tu propia naturaleza divina. 

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